El Arte de diluir conflictos.
¿Cómo se resuelve una disputa familiar?, ¿cómo se afrontó en Camp David en 1978 el conflicto entre Israel y Egipto? o ¿cómo hay que reaccionar para solventar una situación de combate?
Todas estos interrogantes nos hacen ver que la resolución de conflictos humanos de cualquier nivel (ya sean personales o nacionales) supone un problema radical de la existencia.
Como factor común de todos ellos aparecen elementos tales como egos (condicionamientos personales y culturales), emociones, posicionamiento previo ante el problema origen del conflicto y, a la postre, la naturaleza humana.
De aquí en adelante se irá comprobando cómo existe un paralelismo entre el enfoque psicológico transaccional de la resolución de conflictos y el del modo de resolver un combate en Aikido.
Es sabido que cuando se analiza la naturaleza humana desde la perspectiva de la psicología aparecen distintos enfoques, entre ellos el de la Psicología Transaccional, que permite arrojar luz sobre esta cuestión, con la ventaja de una gran facilidad de comprensión.
Simplemente con el único fin de perfilar el escenario, cabe destacar que desde esta óptica transaccional, la estructura de la personalidad se puede dividir en 3 estados: padre, adulto y niño.
Cuando se presenta un conflicto, las emociones hacen su aparición (estado niño) y de poco sirve argumentar (estado adulto) o imponer (estado padre), estos 2 últimos tipos de respuesta implican resistencia o enfrentamiento.
Cuando se está en una situación de este tipo, los estudios de Psicología Transaccional nos indican que la manera de resolverlo consiste en CONECTAR, en este caso con el estado niño de la otra parte (“….en tu caso yo me sentiría igual,......a mí también me dolería mucho….”). Si el estado de partida del conflicto fuera otro, habría igualmente que conectar con el nivel correspondiente.....
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